martes, 30 de noviembre de 2010

Ritual del fósforo - Néstor Mendoza

A Maxi Sack
Aquí
En este lugar sin señales
Las casas se incendian
Con el verano
Alguien dice:
Vos no estás
El río duerme
Con las Piernas abiertas
Las Deudas impagas
Algunos se van
Como si nada
Encender un fósforo
Para Ver como se apaga
Con los dedos casi quemados
Para que alguien diga:
Vos no estás
Y nos quedemos mudos
Atardeciendo
Lenta
Inconcientemente.
Aquí
En esta señal
Sin lugares.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Irán y los dientes del imperialismo - Abel Miranda

Mientas yo escribo este poema que no será,
los enemigos de la humanidad, los perros de las armas,
Estados Unidos e Israel y sus socios de martirios,
cargan contra Irán. Inventan y tejen sus proyectos explosivos
sobre los pueblos árabes, con dientes y misiles,
fusilan niños a la salida de las escuelas,
hacen llover la miseria y se alimentan de los muertos.
Mientras yo escribo este poema que no será
mis hermanos se alimentan bajo el fuego imperial,
ven morir su sangre mientras combaten con sangre.
Vale la pena morir por la patria.
Vale la pena vivir el ocaso y la tierra.
Combatiendo a la mugre imperial que lleva el odio
donde vivimos y construimos sueños que no amenazan a nadie.
Israel, la nación del gran muro, la de los tanques,
la de los cercos donde los palestinos sufren el hambre y las balas asesinas,
respira la miseria de su existencia.
Respira sus miserables proyectos entre hierros y aires deletéreos.
Naciones de soldados miserables que se pudren de invasiones,
de la mierda que mastican. Parásitos que sólo llevan la muerte.
No les entregaremos la luz aunque a oscuras quedemos,
les daremos pelea hasta cantar la victoria de los pueblos de paz
que lloran a sus muertos.
Escribo este poema que no es, con el odio con que se odia al imperio,
al proyecto asesino de Israel y EE.UU. y sus perros gregarios.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Ermindo - Néstor Mendoza

En el monte solo. El monte y los ruidos. El monte por 43 años. La soledad pega y pega de manera fea. Los que quedan son chicos, o muy viejos. Las chicas se han ido a la ciudad a limpiar el culo de los niños de las maestras o comerciantes. Pero Ermindo se ha quedado a cuidar el campito que le dejó su tata: Las cabras, y unas cuantas vacas. Caballos hay pero está mejor la Kawa para hacer como que se va de tanta desolación.
Y cuando llega alguien de afuera no para de hablar. La soledad pega y pega mal. Cualquiera que llega es atendido como corresponde a un buen paisano. Primero los mates y después, si hay tiempo, un chanchito. El tema es que si la visita es mujer las cosas se ponen un poco más interesante. 43 años y ni una china para meterla atrás en la moto. O que le cebe mates. Todos saben del drama de Ermindo. Y lo cargan. Los otros días llegó una de la ciudad por el tema de los desalojos, porque ahora anda con ese problema, que no es tanto como el otro. Porque apenas baja de la camioneta los ojos se le transforman y el desalojo pasa a un cuarto plano. Ermindo revolotea a la chica, la busca, se le acerca. Pero es muy torpe. La falta de costumbre…
De todas maneras le cuentan a la señorita que ha venido de Santiago. El y los vecinos andan con ese problema de que han venido los gringos, y cerraron con alambres. Y adentro han quedado cabezas de ganado y cabritos. Los gringos vienen con papeles y andan armados. Le cuentan esto a la chica que es linda. Y Ermindo anda como nublado. Los otros dicen que él fue a hacer la denuncia. Pero con tan mala suerte que en vez de un policía hombre le tocó una mujer y ahí se le ha enredado el discurso y dijo lo que no tenía que decir. Pero después se arreglaron las cosas. Y dicen que el otro problema es el agua. Todos sufren la sed. Pero Ermindo más que ninguno. Los gringos son jodidos. Y encima Ermindo no sabe leer ni escribir. La mira a la señorita que sí sabe; y se maldice por dentro: Va a ser difícil, más bien imposible. La tarde se va a dormir en el monte. Llega la oscuridad. Los vecinos se van del rancho y la camioneta también. Ermindo se queda solo. Pensativo prende un cigarro y se dice que no le importa tanto el campito, que dejaría todo eso con tal que una china se quede ahí, para cebarle unos mates y apagarle esa sed larga de 43 años.

martes, 23 de noviembre de 2010

Ejemplo del perro xenófobo - Abel Miranda

Érase un perro instruido en las mejores escuelas perrunas, de raza probada y aprobada con certificado genético que daba fe de la misma. Sólo se apareaba con perras de raza y de familias distinguidas, y tanto se había acostumbrado a este menester, que todo perro cruzado era para él algo que existía pero que invadía el paisaje.
Abriendo un día la puerta principal su amo, dejóla abierta por olvido y como nuestro perro de referencia era instruido, dispúsose a cerrarla come era debido. En eso vino a su nariz perruna un aroma cálido, que despertó una fuerza extraña en sus entrañas. Corrió hacia la calle y vio una montonera de perros que se atropellaban detrás de una perra azucarada. Peleó como pudo, pero ganó gracias a sus instrucciones y a su inmensa estructura alimentada a base de fibra sin transgénicos. Ganó, que si no aquí acaba la historia. Se unió como nunca antes, despreció en ese momento a todas las perras de razas probadas y aprobadas. Por primera vez fue heterogéneo y mixturado.
Dicen que con ella conoció la pasión extrema, el sadismo, el masoquismo, los parásitos y la sarna.
Cierra tras de ti la puerta que se te abre.

El cuento que quería ser - Abel Miranda.

Había una vez un cuento que quería ser y no podía porque su escritor se empeñaba en abandonarlo por poemas cortos y sentimentales que recitaba a las minas. El cuento que quería ser siempre quedaba esperándolo. El escritor siempre detrás de las minas. Parece que un día tuvo suerte el tipo y se ganó una linda morocha, adiestrada a base de telenovelas argentinas. Después de los versos vinieron las camas y como siempre sucede en estas historias trágicas, llegaron los hijos.
El escritor se olvidó definitivamente del cuento que quería ser (y también de sus versos) y lo ganó el laburo brutal. El cuento que quería ser quedó junto a un montón de papeles amontonados en una caja. Parece que un día la morocha, que antes era linda y que ahora había dejado de serlo, decidió vender papeles y enterar para la cuna del tercero, ahí fue a para el cuento que quería ser.
¿Cuál es la moraleja alumnos? ¡Que hay muchas maneras de vender literatura señorita! Mmm! Sí, no está mal.

Apuntes sobre literatura

Cierto día dejé de escribir instrucciones porque me pareció que Cortazar podía levantarse y aclarar que no me daba el cuero. Después me di cuenta que además no me gustan porque es antipático y a veces maleducado, andar diciéndole a la gente cómo tiene que hacer las cosas. Descartado el tono imperativo. Después me enamoré de Dolina y empecé a tratar a la gente de usted. Y también me pareció innecesario, ya que me gusta estar cerca, mas no establecer distancias. Luego me hice amiga de la primera persona, la autoreferencialidad y las construcciones rebuscadas, casi barrocas pero bien eruditas. También las abandoné porque me parece un poco adolescente decir la vida desde las licencias de un yo irreprochable, condescendiente y pretensioso. Me parece que al mundo le aburre saber cuánto estudié.

De ahí que me gustan las crónicas. Coqueteo con la tercera persona (pero omnisciente, no he superado las ansias de control) y el gesto de interrogación. En el medio, las pasiones, para dar cuenta de una historia y de una opción: de a ratos la lucha, de a ratos la resistencia, de a ratos la reflexión, de a ratos la construcción, de a ratos la destrucción, de a ratos la paciencia, de a ratos la urgencia. Así me gusta la literatura, toda ficción y aprendizaje. Sin absolutos, sin moralina, con batallas, porque la vida es eso, pero sin odio. Tampoco nos amamos tanto, o si?

Gavy Yauzá

lunes, 22 de noviembre de 2010

Instrucciones para escribir un cuentito verosímil - Abel Miranda

Antes que nada debe haber leído a Borges y a Láinez (no ponemos todos los apellidos porque prefiero un texto breve, no dejamos de decir que son de familias ilustres, claro), luego busque en archivos esas viejas historias de violencias y enredos amorosos que se comentan por ahí, aprópiese de los datos y de los pormenores de la historia, retoque aquí y allá agregando libertad creativa (si le falta puede utilizar la de los autores antes mencionados o la de algunos que se les parezcan). Le aseguro que con este cuentito podrá ganar concursos que lo llevarán al éxito. Seguramente habrá jurados que no apreciarán su buen estilo y su apellido, pero insista (mande dos). Déjese de joder con andar queriendo renovar la escritura, haga lo que le digo.

Ellas II

Son mujeres que pasan los 55, si no en edad por lo menos en esa necesidad de querer ser joven. Debemos decir que son buenas señoras, católicas claro, que aman la poesía y el orden. Para Ellas la poesía es un orden divino y Ellas son los instrumentos por los que bajan los versos del Ser.
Se reúnen y leen sus poemas equilibrados, son reuniones donde prima la camaradería, el buen gusto y la hipocresía, claro. Que tus versos son más hermosos que los míos en esta parte, ay! no, pero los tuyos son exquisitos aquí cuando dice “la tierra se estremece al paso de su paso celestial, habitada por la doliente calma angelical”, ah sí, esa parte, la verdad que la logré con mucho esfuerzo y poca lectura, para no dejarme influenciar y seguir siendo auténtica.
Todas se preguntan qué sería del mundo sin esos libros que son hijos de su dolor más extremo, y piensan con razón, debemos decir, que el mundo es injusto con Ellas. Lo disculpan sólo (ahora ya podrá ir sin acento si quieren, así cumplimos con lo que manda el amo del lenguaje y su academia que mantiene el buen escribir para bien de nosotros, claro, no de sus intereses, qué mal pensados) porque la mayoría de los lectores del mundo son ignorantes y no han cultivado el buen gusto. Ellas se leen las unas a las otras sólo (consultar a la RAE) para no repetir frases, que lamentablemente terminan repitiendo. Pero sabemos que esto sólo sucede porque están movidas por el mismo espíritu celestial.
A todos lados llevan sus libros como muestra de su formidable trabajo. Tienen hermosas portadas, dulcificadas con imágenes puras y celestiales. Los versos son la esencia de su ideología (mejor no entrar en detalle). Aportan siempre una limosna a la salida de la iglesia (mejor si las están mirando), un chico de un barrio pobre, muy pobre digamos, come gracias a la gentileza de su gentil existencia. Todos agradecemos a esas buenas señoras sus poemas y cuentitos, por qué no, y admiramos esa vitalidad eterna. Amen. Amén.

martes, 16 de noviembre de 2010

Ellas - Abel Miranda

Entre las muchas cosas que Ellas realizan también está la poesía, y claro que sí, les encanta a sus amigas, que son lindas como Ellas, como sus poesías. Ay qué lindas que son chicas, qué lindas que son esas poesías!! Y Ellas siguen escribiendo esos versos aeróbicos, con músculos pectorales, ebúrneos, contorneados por amores cálidos, alejados de la muerte y la angustia, a salvo, siempre a salvo en islas tropicales.
Ellas siempre sueñan con escribir una novela, cómo no, de trescientas o más claro, donde haya personajes histéricos a lo Emily Brontë. Ay! Ellas sueñan sí, pero mientras tanto hacen versos e inundan el mundo de sentido amoroso y feliz. Sus amigas dicen gracias chicas muchasgraciaschicas por los poemas, ustedes dicen lo que nosotras no podemos. Y sus maridos las llevan a las ferias, y ellas leen son acento extranjero, que le da realce, esos lindos poemas dulcementeazules y ahuecados como Ellas. Escriben poemas dulces sobre las ciudades, donde siempre hay humildes y amantes lindos, qué lindos!! y malvados que no aman esas ciudades dulces como Ellas. Ellas no saben dónde viven sus empleadas, pero saben que ellas no escriben poesía, pobrecitas las empleadas porque no escriben poesías, qué lejos están de la esencia del mundo, pobres.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Mamaní y el gringo - Juan Manuel Aragón.

A mi amigo, Raúl Lima.
-A la colimba la hice en la isla Martín García, en el 62, cuando lo tumbaron a Frondizi. Una noche me tocó hacer guardia con un coya de la puna de Atacama, de la quebrada de Humahuaca, Susques, Yavi, no me pregunten, llegabas a la loma de la mierda y todavía te quedaba un buen trecho para su casa. ¿Cómo era que se llamaba?, ¡Mamaní!, ¡eso!, ¡Mamaní se llamaba ese coya y la puta que lo reparió!
El Gordo Julián, Alvarito, Pedro Nolasco, Naringa y hasta el mozo de la confitería oyen absortos a Raúl mientras cuenta por enésima vez su historia de la colimba con el coya En cualquier momento parece que nos van a correr a la mierda del local, cansados de las risotadas y las malas palabras. Unas viejas de la mesa de al lado de la ventana piden la cuenta como para irse.
Antes nos reuníamos en los cerros, para las grandes fiestas, después bajamos muchos y ahora cada tanto nos juntamos en la casa de alguno. A la vuelta vive mi compadre Alfonso Toro, en la otra cuadra está Augusto Choquehuanca que se vino de Tumbaya el año pasado, el otro que siempre viene es Moralito y a veces lo invitamos a mi gran amigo Juan Carlos Vilca, de La Paulina. Desde que me vine de la colimba vivo aquí, en el pueblo Ledesma, ¿qué iba a hacer en los cerros? Ocasiones comemos un asado y nos quedamos conversando hasta tarde de cosas nuestras, del ingenio, del pago lejano, del Cielo maravilloso de la Puna y de la colimba, por supuesto. ¿No le dije que hice el servicio en el 62? Fue justo el año que tumbaron a un presidente, ¿vé?, ahorita no me voy a acordar qué presidente era.
-¡Frondizi!, ¡Arturo Frondizi! ¡ése, justito era!
Raúl cuenta de la noche que lo mandaron a un puesto de guardia, Punta Cañón, una pequeña lengua de tierra que entraba en el río, con una construcción justo al lado de la corriente rumorosa del agua. Con esa gracia propia de abogado que ha defendido a mil quinientos malandras para salvarlos de la cárcel, sigue narrando:
-Había luna llena y se alcanzaba a ver la isla Martín Chico, a poca distancia de la nuestra, Martín García.
Y se ríe de Mamaní. Mudo, los ojos como puñalada en tarro e inexpresivos, pómulos salientes, expresión inescrutable. Era conscripto clase 40, igual que él. Pero no hablaba nunca. Parecía mudo.
-Trepamos a la torreta, por unos escalones de hierro que tenía empotrados. Apoyé el Mauser contra la pared y tendí la manta.
-Che, coya, hacete cargo vos. Yo voy a apoliyar. Estate atento a todo y si viene el sulky con el tira de guardia, me despertás así nos mandamos a mudar.
Lógico, hacía cuatrocientos años que las cosas funcionaban así, ¿iban a pretender que yo vigilara y el indio durmiera? ¡Vamos, che! Ni loco.
El Gordo Julián ya se agarra la panza de la risa, Alvarito es una fiesta, Pedro tiene cara de juguetería, Naringa ya está a las carcajadas, el mozo ni atiende a las viejas que lo llaman porque quieren pagar la cuenta y mandarse a mudar. Alfredito, el dueño de la confitería está sentado en la orilla de la rueda, oyendo -otra vez- las maravillosas anécdotas de Raúl.
Augusto Choquehuanca vive en la calle 25 de Mayo, frente al Club Atlético Ledesma, casi siempre nos reunimos ahí. Hacemos una vaquita, compramos carne y vino tinto en Libertador. A veces les cuento la historia de la colimba, la única vez que estuve en Buenos Aires, una época hermosa.
-Cansado por la caminata y por un partido de fútbol que había jugado a la tarde, el gringo se durmió enseguida. Cuando se vino la crecida, me mandé a mudar, no me iba a quedar en medio del agua. Sol alto se despertó el blanco, antes de las ocho la mañana. Se venía el cambio de guardia. Miré hacia la construcción, por una ventanita observé que se desperezaba satisfecho.
El silencio se tensa en la confitería, solamente se oye la respiración del aire acondicionado y el relato de Raúl.
-De repente me di con que entre el coya y yo, el río de la Plata había crecido hasta la mierda, dejando a la torreta en que había dormido, cual si fuera una minúscula isla de juguete.
Las risotadas hieren la noche en la casa de Choqueuanca.
-El gringo cruzó ese pedazo de río puteando a más no poder, fusil en alto, apenas haciendo pie, con el agua al pecho. Me hice el tonto mientras observaba cómo le chorreaba el agua y me insultaba a más no poder. Yo pensaba en los cerros, en mis hermanos cuidando las cabras, en la quena que tocaba mi padre, en todo lo que extrañaba el pago, para no reírme de ese blanquito que me hizo quedar toda esa noche helada haciendo guardia mientras la sudestada me helaba el lomo.
La confitería es un solo bochinche, se recagan de risa el Gordo Julián, Alvarito, Pedro, Naringa, el mozo, Alfredito y dos o tres más que a esa altura del cuento ya están atentos a lo que pase en nuestra mesa.
Ya estamos chumaditos cuando nos imaginamos al gringo, allá lejos, contando su historia. ¿Qué les dirá a los amigos? Esas noches de asado me olvido de mis comienzos en el ingenio, de los inviernos pelando caña, de los capataces malditos, de lo que me costó terminar la secundaria para que me pasen a la fábrica de papel y del día que volví a Tumbaya a decirle al viejo que ya era encargado de sección. Cada vez que evoco la cara del blanco, me viene como una sonrisa a todo el cuerpo.
Raúl se acuerda del coya:
-Hijo de puta, ahora debe estar regodeándose en la loma de la mierda, contándole la historia a los amigos. ¿Qué les dirá ese coya de mierda?, ¿que una noche lo hizo tomar de su propia medicina a un gringo que se tiraba de piola?- pregunta Raúl.
Y el Naringa responde:
-Capaz, che.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Entre olvidos y noches - Abel Miranda


Voy a olvidarte, está bien que así sea.
Te dejo con tu proyecto y con tus dientes,
la médula me busca allí entre poemas.
Más aquí no estaré, me quedo entre discursos y aullidos,
no entiendes la distancia ni el envejecimiento,
ni la ruta de los pájaros nocturnos,
ni mi deseo hacia ti.

No voy a borrar tu nombre de la noche,
de esa hora plagada de insomnio y de sueños
de carne de tu ausencia, de la imposibilidad de tu mano.

No voy a morirme, no eres única y lo eres,
cerca de la muerte habitaré la noche,
habitaré tu olvido y la piel de otros cuerpos.

Te dejo con tu proyecto, con tus bienes; enrédate en ellos,
salta hasta que la sangre se te envenene de poesía.

martes, 9 de noviembre de 2010

Entre una y otra lectura - Andrés Navarro

Hace un tiempo decía: voy a leer un poco de Perlongher para no entender nada, y leía esa poesía y sentía como un torrente de palabras y letras cayendo sobre el cuerpo, casi aplastándolo, pero no. Como cuando uno abre la ducha y la pone bien fuerte, cosa que el agua que limpia, también duela (es un goce). ¿Pero cuánto tiempo se puede sostener esa lectura? Las más de las veces la lectura trata de enmarcarse en el sentido, en la búsqueda que tranquilice. En ese momento estamos en el placer de la lectura, bajo la ducha de palabras que caen sobre el cuerpo produciendo efectos más allá del sentido, pero de un modo lo suficientemente suave como para olvidarse y poder atender a ese sentido, buscar, investigar, conocer, imaginar al autor, amar al autor. Imaginar, inventarse y amar a un autor aun sabiendo que es eso y no sólo eso. Se trata de ese instante imposible entre una y otra lectura. Dice Barthes en “El placer del texto”: es ese centelleo el que seduce, o mejor: la puesta en escena de una aparición-desaparición. Leer es para mí, entregarme a esa práctica erótica en la que aparezco y desaparezco, y vuelvo a aparecer indefinidamente.




Ciclo de proyección de películas Jetón-Moviolero


Desde el 11 de noviembre, los jueves a las 21:30 hs en el Museo Antropológico y de Ciencias Naturales Hermanos Wagner (Avellaneda 355).

Jueves 11 de noviembre: “Bukowski: Born into this”, documental sobre la vida y obra del escritor Charles Bukowski.
Director: John Dullaghan
Género: Documental Biográfico
Duración: 130 min.
Sinopsis: John Dullaghan investigó y recopiló cintas por un período de siete años para desarrollar el documental “Bukowski Born Into This”. El material fue estrenado en 2003 pero obviamente no llegó a los cines locales porque cuando se agotan las películas con Will Smith todavía hay una lista de bosta lacónica argentina que clama su cuota pantalla.
El documental empieza con un Bukowski entonado frente a un micrófono abierto durante una de sus tantas lecturas. De fondo suena una música clásica compuesta por Jim Stemple de acuerdo a los gustos musicales del propio Bukowski.
Hay mucho de bueno y positivo en este documental. Dullaghan se propuso retratar a Bukowski sin usar una voz en off y en su lugar lo hizo a través de relatos de conocidos, amigos, personalidades y a través de sus propios poemas y cuentos.

Jueves 25 de noviembre: Ocio, basada en la novela homónima de Fabián Casas. (Argentina/2010).
Dirección: Alejandro Lingenti y Juan Villegas. Con Nahuel Viale, Germán de Silva, Francisco Grassi, Lucas Oliveira y Santiago Barrionuevo. Duración: 70 minutos.
Sinopsis: No abundan las palabras en la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Fabián Casas. No es que se noten sus ausencias, algo que quizás sorprenda a quienes hayan leído la obra original, pero no a quienes se acerquen con ojos (y oídos) vírgenes a la película. Y es que el mejor ocio es una actividad solitaria. Tan solitaria como la vida que lleva Andrés, con una banda de sonido constante que intenta llenar el vacío de sus días y sus noches. Vive con su hermano y su padre, pero sólo el azar parece hacer que los tres coincidan en el comedor de la casa. Que Ocio tiene espíritu rockero, es evidente (los riffs de guitarra que conforman el leit motiv, los innumerables cameos de estrellas de rock vernáculas, lo confirman), pero también vive más allá de esas referencias. El cine argentino reciente nunca alcanzó a describir un espíritu barrial, o a hablar de la adolescencia y la soledad como lo hace esta ópera prima (sólo por parte de uno de sus dos directores). Y que se anima, con numerosos desafíos (adaptar un libro tan personal, reunir actores no profesionales junto a otros de trayectoria, filmar lugares reconocidos como si fuera la primera vez), a hacerlo todo de forma tan aplastante. Y es que como susurraba Damon Albarn en Leisure (sí, Ocio, la ópera prima de Blur): no hay otra manera.

Jueves 2 de diciembre: El beso de la mujer araña (1985), basada en la novela homónima del escritor argentino Manuel Puig.
Dirección: Héctor Babenco.
Duración: 120 min.
Sinopsis: Latinoamérica, un activista político, Valentín (
Raúl Julia, aún sometido a tortura acusado de revolucionario, y un homosexual, Molina (William Hurt), encerrado por seducir a un menor, están en la cárcel compartiendo la misma celda. Sus innumerables días juntos hace que sus vidas vayan cambiando, al tiempo que buscan refugio en los argumentos de películas que han visto cuando ambos eran libres.

La corrupción - Juan A. Schamun

Repugnante parásito mediocre
Escolta de las almas sin moral
Enérgico antojadizo liberal
Compaginación de mentiras sin igual

Vomitivo estigma del sin honor
Espectro fatal del sincero
Fenómeno masivo horrendo
Enfermizo y putrefacto es tu hedor

Lesionador del espíritu bondadoso
Gusano de codicia bien goloso
Amarrete de autenticidades y grandeza
Accionista principal de la pobreza

Antítesis del honesto
Destructor del humilde
Conspirador sobrehumano
Al bien común has exonerado

Soledad - Juan A. Schamun

Realmente cuánto te odio y cuánto te amo
Mentora de mis ideas raras
Artífice de mi sofocante desolación
¿Por qué algunos te tienen devoción?

Paraguas de mis noches sin lluvia
Amargura de una tarde soleada
Fuente de una melancólica madrugada
Taller de meditación medio abarrotada

Caminata de vueltas sin sentido
Pasaje lento del tiempo hacia un abismo
Cemento seco de hombros
Qué ¡fuera soledad! gritan
Y no los oigo

Detrimento de mi amigabilidad
Desmedro de mi solidaridad
Imperfecto de mi sociabilidad
Vicio a la felicidad

Cuna de la sabiduría
Fin de un social día
¿Qué te traes a escondidas?
¡Sólo la sombra me propicias!.

Amargura del no compartir
Sólo silencio puedes impartir
Custodia de los condenados si fin
Caos eterno y abandono como festín

Silencios que aturden
Que solo Pasos en círculos los componen
Lágrimas de una velada fracasada
Imagen del abandono inmaculada

viernes, 5 de noviembre de 2010

Caminando por la calle de los espejos - Mauricio Rey

Las imágenes
y sus interpretaciones
la realidad
y sus representaciones

las luces de los dias
las oscuridades del alma
los pasillos de la mentira
lo que ya fué y vuelve ahora

en este momento
todo está en su lugar:
La casa, la calle del barrio,
la plaza, el dormitorio,
los pensamientos de cada cuel.
Luego vendrá el desorden
y no dirás nada
porque lo asumes como parte de la historia
y de tu existencia
verás un imperio caer
una generación extinta y otra que ya nace
verás tus arrugas
preguntarás qué has hecho
qué has dejado en éste rincón del mundo
examinarás el por qué
vale la pena trascender
o deshacerse en la multitud
y dejarlo todo en pos del bien común.
Dirás un discurso(y nadie lo escuchará)
vas a charlar con tus amigos y extraños
harás lo que deba ser
y no escribirás mas poesía!!!

jueves, 4 de noviembre de 2010

Fragmentos I - Abel Miranda

Contá putito, qué haz hecho. No me pegue más (yuta hijo de puta, siento como frío entre los dientes y me va subiendo hasta los cesos, tengo sueño, quiora me irán a descolgar estos hijos de puta). Le juro que yo no andaba. Es Luís y usted nos confunde. Él le sacó el estereo al comisario. No me pegue (hijo de puta, ojalá que no lo hayan atrapado al zurdo. Que rápido corre el zurdo, nunca lo podían alcanzar al puto cuando se alzaba con las mandarinas. Qué ricas que son las mandarinas, ese sabor dulce. Ahora no podría comer ninguna). No me pegue, (la escarcha que se hacía en el charco del Beto) le juro que yo no fui, descuelguenmé, me duelen los hombros. ¡Ay! no, no. Bueno, bueno le voy a decir pero no me pegue (hijo de puta ojala que unos perros destrocen a tu madre). Descuelguenmé y le digo dónde está (yo la rompía con la mano y me hacía frío, pero me gustaba. Qué frío, qué frío, una víbora de hielo se movía perezosa por mi cuerpo, una víbora de hierro se desangra en mi cuerpo). Ya le dije que es Luís. (El frío me congela ¡Que dolor en los dientes! Sobre el agua caigo y me hundo y ahí está el frío, nado, nado y no puedo; suben las burbujas. Cuando niño el zurdo traía detergente y hacíamos burbujas y las perseguíamos hasta romperlas). No me pegue, me hace mucho frío ( si éste me deja medio muerto qué va a ser de la Maria, solita con la abuela, ojalá que hoy vaya la Bety, las tetas de la Bety son blancas como sus dientes, a ella le gusta cuando la toco, tan buena la Bety) No, no ( y me hundo y se congela. Desnudo, abrazándome de frío salgo. Me paro sobre el hielo y veo muchas cabezas, muchas, de policías. Congeladas y me hablan. Cana puto le digo. Y estoy temblando de frío. Cana puto y le doy una patada y le salta un pedazo. Y allá hay otro y lo patio. Me duelen mucho los pies de tanto patiarlos. Me río, me duelen los dientes. Me les cago de risa. ¿Quién los puso ahí, quién? ¿Te acordás cómo me pegabas? ¿Te acordás cuando me ponías la bolsa? El hielo, todo es hielo ¿Por dónde salgo? ¿Por dónde salgo? Siento un encierro. El zurdo corría y en el invierno robábamos mandarinas. Y cuando corría soltaba un humo blanco, blanco. Nunca lo alcanzaba. ¡Corré zurdo, corré! Corré zurdo que te agarra la cana. Más allá lo encontré, andaba bien abrigado y los patiaba y los patiaba. ¡Zurdo! le dije y me escuchó. Qué hacés aquí loco. Aquí están todos. Vos los rompés hoy y mañana están hechos de nuevo. Y me tiró un abrigo. Tomá loco, tomá. Corré zurdo, corré, le gritaba. Era una luz. Fue como un rayo, un trueno primero y cayó el zurdo. Yo le gritaba corré zurdo, corré. Ellos lo patiaban y lo patiaban. Hace frío zurdo, mucho frío. Yo le gritaba corré zurdo, corré y vos corriste hasta caer. Como te extraño desde entonces hijo de puta. Y qué hacés aquí en este frío?

Canción en Mi menor - Abel Miranda

Parnaso de guillotinadas cabezas,
la hora cero, monstruo del abismo,
dioses de cera, olimpo de certezas
que anidan la nebulosa cruel;
engaño del mundo,
la hora cero, mágico espectro,
tuyo, mío, de todos.

Juego de la muerte,
garra clavada en lo que no hemos sido,
perpetuidad del desamor,
del reloj sobre la vida,
del olor a dinero, a sangre,
a tiempo.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Alberto, de Flores - Juan Manuel Aragón

Como para impresionar al porteño, alguien empieza a contar de la vez que Pica Cáceres se fue a Nueva York y que allá le avisaron que se le había muerto la madre. Como no había tiempo para venir en avión, decide volver a nado. Y que después de una hora de bracear pedía
-¡Changos!, ¡changos!, avisemén cuando llegue a la Alsina.
Claro, primero hubo que explicarle al porteño de esos nacidos y criados a tres cuadras del puerto, que antes había algunos que se tiraban al río en el puente Negro y que nadaban hasta la bajada de la Alsina. Parece que le gustó el cuento y dijo que nos iba a contar uno que demostraba cómo eran de exitistas los porteños y los argentinos, que un día creemos que alguien es Dios y al siguiente lo tenemos como el peor de los demonios.
El porteño comenzó a contar de un tipo que se conecta con Gerardo Sofovich por medio de un amigo que tenía un conocido que laburaba en la tele. La cuestión es que al ruso le interesa la propuesta, habla con amigos que tenía en el estadio de River y lo alquilan un día martes, que no pasaba nada en el club. El tipo, “pongamos que se llamaba Alberto”, dice el porteño, era uno que se cogía cien minas en un solo día, se las recontra mil garchaba a todas y para demostrarlo les acababa en la cara una por una. La cuestión era romperles el orto a los brasileños, que tenían el récord mundial: un negro con una pija descomunal que se había recontra mil fifado a veintiséis garotas en un solo día. Bueno, este tipo terminaba con cien minas –“escuchame bien”, contaba el porteño con esa tonada que tan bien conocemos “cien minas en menos de 24 horas, escuchame”-, una barbaridad. Todavía daba changüín, porque comenzaba a las 8 de la mañana y terminaba a la medianoche. Ya había hecho la prueba varias veces, pero ahora quería que se lo certifiquen para el libro de los récords Guinness, qué tanto. Alberto acordó recibir un quince por ciento de la recaudación, el resto iba una parte para pagar el alquiler, los impuestos municipales, la luz y un treinta por ciento para Sofovich.
El porteño lo contaba con esa gracia que tienen ellos para pronunciar bien parejitas las palabras. Para peor este creo que era locutor o algo así, un tipo de la noche que se las sabía todas, así que era una delicia oírlo contar el cuento.
A las ocho y cuarto de la mañana el ruso Sofovich estaba que ardía, el tipo llevaba culiando una sola mina, eso que le habían llevado verdaderas conejitas, mujeres infernales, divinas, un camión. El ruso se había armado un cásting de la mierda para ponerle en la catrera las mejores mujeres de Buenos Aires, casi todas gatos, obvio, pero quién se iba a fijar en esas macanas. A esa hora de la mañana el corresponsal de Play Boy, escribió “Un fiasco”, el de Penthouse bostezaba, y había quince o veinte curiosos, la mayoría de clubes swinger de intercambio de parejas, que discutían sobre las mejores poses para hacer que goce una mina con un dogo argentino o con un pitt bull bien dotado, la cosa es que hablaban de cuaquier cosa, menos del flaco que estaba meta culiar ahí, a cuarenta metros de ellos.
A Alberto le habían ubicado una cama matrimonial en el centro de la cancha. Las chicas iban pasando de una en fondo, todas distintas. A Sofovich le cambió el humor al ver que entre la primera minita y la quinta había pasado solamente una hora. El tipo aceleraba, cada vez bombeba más rápido. Era como una locomotora, que al principio va despacio y cualquiera la alcanza, pero cada vez agarraba más velocidad. Hasta el mediodía el escribano llevaba anotadas 35 minas que se había garchado Alberto. El Ruso se frotaba las manos, estaba haciendo un negocio redondo.
No era pintudo el flaco, que se presentó como “Alberto, de Flores” y que no quiso dar su apellido. De lejos se podía ver que ni siquiera estaba bien armado, no tenía una pija de medio metro de largo o más, como el brasileño que tenía el récord, sino una más bien estándar, los periodistas le calculaban entre 18 y 20 centímetros. Eso sí, era un fierro candente y bien duro, durísimo, un acero de Toledo, hija de puta, no se le ablandaba ni por puta, era una madera. Terminaba con una mina, se lavaba así nomás en una palangana que le habían puesto, llamaba a la siguiente y la chota seguía erguida y como pidiendo más. A todas se las morfaba en la misma pose: él arriba y ellas abajo. Cuando estaban por terminar, unos segundos antes, él le avisaba, ella se incorporaba en la cama, él se le arrodillaba adelante y le tiraba toda la leche en la cara. De tanto en tanto pedía que le alcancen un vaso de agua, un café, un sánguche de miga, algo para picar, lo comía a las apuradas y a seguir dándole al asunto. Cada hora subía un cardiólogo a controlarlo al flaco. El tordo le medía el pulso, le tomaba la presión y volvía caminando despacio a la orilla de la cancha mientras juntaba el índice con el pulgar, haciendo señas de que estaba todo perfecto. Sofovich había puesto como condición para el show que se hiciera un chequeo general antes de la prueba y Alberto había accedido. Los análisis, el electro, las radiografías y hasta una tomografía computada le hicieron, todo le dio bien, ni una gota de colesterol tenía, una pinturita el flaco
A la una de la tarde, con las tribunas hasta la mitad, cada vez que terminaba con una mina, lo aplaudían. Todo muy correcto el espectáculo, nada del otro mundo. Pero, como suele suceder en estos casos, al parecer se fue corriendo la bola, el boca a boca que le dicen y a las 4 de la tarde hubo que habilitar más boleterías para los fanáticos que se comenzaban a agolpar para entrar al estadio.
A esta altura el porteño ya acaparaba la atención de todos. Se había hecho un silencio de la mierda en el bar, las mesas vecinas estaban calladas también, los demás parroquianos también estaban atentos a la historia del amigo. Y el porteño seguía contando que al principio una sola radio transmitía lo que pasaba en los informativos usando eufemismos como “Alberto el hombre del amor”, “el argentino más aguantador”, pelotudeces por el estilo. Pero a las 4 de la tarde, con sesenta y cinco minas recontra bien recogidas, el estadio ya era un hervidero. Desde las tribunas bajaba un clamor
-¡Flacooo!, ¡flacó!, ¡flacó!
O si no:
-¡Albeeerto!, ¡Albeeerto!, ¡Albeeerto!
A las 6 de la tarde la cancha ya estaba hasta el culo de gente. Cada vez que el flaco se cogía otra más, se alzaba el grito triunfal de la patria:
-¡Ar-gen-tina!, ¡Ar-gen-tina!, ¡Ar-gen-tina!
Un quilombo de la mierda. A las 8 de la noche Telefé le compró a Gerardo los derechos exclusivos de la transmisión. Los barra brava de Boca, River, Independiente, Racing se hermanaban en la tribuna, juntos, como en un partido de la Selección Nacional. Durante la tarde hubo varios pasajes en los que todos abrazados cantaron el Himno Nacional, un momento mágico, como los que ocurren pocas veces en la Argentina.
-¡Viejo, le estamos recontra rompiendo el orto a los brasileños hijos de puta!- se alegraba la mayoría.
Hubo un momento de hilaridad cuando, en un instante en que se hizo un inexplicable silencio y Alberto terminaba de culiarse a una morocha hermosísima, que alguien gritó:
-Pelé, la tenés bien adentro.
Se agitaban banderas argentinas. Una jornada de fiesta. A las 10 de la noche Alberto se estancó un poco. Le habían llevado una morocha muy, pero muy fuerte, una mina que rompía las baldosas, un culo tremendo, unas tetas como para ganar el campeonato mundial de las tetonas, fuertísima la morocha, unas piernas larguísimas tenía, algunos recordaban haberla visto en un desfile de Giordano, con eso te digo todo. Y el tipo estaba ahí, meta darle desde hacía 20 minutos bombeando, no terminaba nunca, demoraba en acabar. Desde las tribunas bajaron algunos tímidos chiflidos que fueron acallados por la mayoría. De repente Alberto hizo la seña, la minita se arrodilló en la cama y él volvió a eyacular, con el primer chisguete le dio en el ojo y la gente se comenzó a reír.
A las once de la noche, con 93 minas bien culiadas, las tribunas eran una fiesta. La gente se abrazaba, todos gritaban, se agitaban banderas argentinas, renacía el espíritu patrio cada vez que el Flaco Alberto se tumbaba otra minita. Si conseguía la hazaña el presidente prometió que lo recibiría al otro día en la Casa Rosada con todos los ministros, algunos diputados preparaban homenajes, sexólogos freudianos y lacanianos se unían para estudiar el fenómeno y prometían citarse los unos a los otros en las próximas ponencias que presentaran en sus congresos. Se vivía un clima de unión fantástico, como cuando ganamos el Mundial 78 o el del 86 en Méjico.
Mientras, la tribuna era una fiesta, arreciaban los cánticos contra los brasileños:
-El que no salta es un brasuca.
O una canción con una música muy pegadiza que comenzaba diciendo:
-Peléee la tenés bien puesta en el recontra ortoooo// sacátela si podés, negro de mierda. Ahora cada vez que el flaco terminaba de coger una mina, espontáneamente brotaba el
-¡Ar-gen-tina!, ¡Ar-gen-tina!- de todos los pechos, en un grito unánime, orgulloso, plenamente nacionalista y fervoroso.
A las 11 y media de la noche, con la mina 96 recontra mil garchada, hubo una suelta de globos, la gente encendía bengalas de colores, el acontecimiento se transmitía en vivo y en directo a todo el país. Además había corresponsales de la BBC de Londres, El País y El Mundo de Madrid, el New York Times y otros de todo el mundo, más todos los diarios locales y algunos de las provincias. La Argentina era una fiesta. De Tucumán llegaban noticias de manifestaciones de apoyo en la plaza Independencia mientras el gobernador mandaba un telegrama de felicitación, la avenida San Martín de Mendoza era un hervidero de gente porque la municipalidad había instalado pantallas gigantes, lo mismo pasaba en la peatonal de Córdoba, en la plaza 9 de Julio de Salta, en Neuquén, San Luis, el país entero festejaba en las calles, plazas, veredas, los balcones estaban embanderados como si fuera el 9 de julio, el 25 de mayo.
Y de repente, cuando iba por la mina 98 y los relojes marcaban 11 y 52, a ocho minutos de la hazaña, el tipo saca el choto de la concha de una rubita más hermosa que la mierda, ella quiere incorporarse, ponerse de rodillas para recibir la leche y el flaco se cae a la mierda redondo, desmayado el hijo de mil puta. Había perdido el conocimiento ahí, cuando le faltaban apenas dos minitas para terminar la hazaña de su vida.
En ese momento hubo medio minuto de estupor. Las banderas se bajaron incrédulas, los locutores se callaron, en Tartagal la gente se quedó petrificada frente al televisor, a nadie le parecía cierto lo que acaba de suceder. Una desgracia. En Trelew, una ruidosa caravana que festejaba por las calles, se paró en seco. En Clorinda la multitud no salía del estupor. En Loreto, de repente hubo un silencio espectral, como si le hubieran descubierto la mano al Diego. Imaginate que le sacaban la roja, lo echaban a la mierda después de hacer el gol con la mano a los ingleses. Bueno, algo así pasó en toda la Argentina.
Fueron los porteños que estaban en el estadio, los primeros en advertir que lo que había pasado. Y 35 segundos después de que el tipo se quedara desmayado sin llegar a las cien minas cogidas, empezaron a gritar
-¡Puto!, ¡puto!, ¡pu-to!
-¿Ven? -dijo el porteño- así somos los de Buenos Aires.
Pero uno que estaba en el bar le respondió:
-No amigo, así somos los argentinos.
Mientras, Jushi se lamentaba
-Pobre tipo, llegar a las 98 minas y no batir el récord, eso sí que es una puta yeta, ¿no?
-No –respondió otro- eso no es yeta, así somos los argentinos, siempre que estamos por llegar a último momento se nos manca el pura sangre. Hay que reconocerlo, somos todos putos, unos putazos de mierda.
Y no hubo nadie el bar que le llevara la contra.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Conclusión - Walter Neirot

He terminado.
No ha quedado nada en lo que escondías.
Apenas tu rostro que nunca ha sido bello,
tu mano que no escarbó la tierra.

Tristemente te acorralo contra el vacío
con el desquicio torpe del que muerde la belleza.

Te dejo en la calle con tus pasos sin ecos,
me voy sin saber si siquiera viniste;
mis pies absorben la noche perdida,
mi lengua da saltos y se pierde en el aire.

Ya no estás.
Poco duró mi poema.
Tiemblan mis dedos y los libros.
Y la guitarra, y el silencio,
y la luz sin encenderse,
no son tus brazos,
apenas la música,
apenas el otro,
apenas la tranquilidad
incontenible del gozo...

Cuadros de octubre - Néstor Mendoza

Después de mucho trajinar por el interior de Santiago me animo a escribir esta notita. La idea es agradecer por un lado a todos los amigos que se han tomado el trabajo de reflexionar y compartir sus ideas a través de notas y artículos por distintos medios: Facebook, correo electrónico etc. Por otro, el de ejercitar la escritura y poner en orden algunas cuestiones que fueron apareciendo mientras leía velozmente todo este material acumulado.
Como primer reflejo diría que están pasando cosas. Cosas que necesitan pensarse largamente o, por lo menos, no cerrarlas apresuradamente. Digo todo ésto porque después de leer varias argumentaciones advierto que son muchos los sucesos que ocurren y merecen un procesamiento que, por ahora, no estoy en condiciones. Ayer me preguntó en la calle un amigo qué opinaba de la muerte de Kirchner. Le contesté que no sabía bien porque las urgencias que necesitaban resolución práctica estos días, donde estuve implicado en el Censo, me impidieron masticarlo como se merece. Acto seguido pensé en la muerte de Ferreyra, el chico de 22 años asesinado por la patota sindical de los Ferroviarios. Un hoyo de 700 metros de profundidad con 33 en la incertidumbre. El recuento de Toyotas Hilux en el centro hoy por la mañana… Y tantas otras cosas… La lección es que la sobrecarga de información nos proporciona un vértigo que nos arruina el buen pensar. Entonces tengo cuadros, como en un videoclip de rock.
Caballos
En la escuela de Rubia Paso, departamento Salavina, los maestros llegan a las 6 de la mañana. Después de recibir los materiales: Cuestionarios, hojas de ruta, lápiz, credenciales etc. salen a cumplir con la tarea de censar. Algunos en moto, otros lo harán caminando porque les toca cerca de la escuela. Pero los hay quienes revisan monturas y jerguillas, el segmento es complicado: Cruzar dos ríos e internarse monte adentro. Hace calor pero se los ve bien de ánimo. Los caballos son el medio que les permitirá llegar a las casas de sus alumnitos bilingües. Caballos como en el cruce de Los Andes.

Pingüino
Es domingo. Todavía no pude verlo. En rigor, nos cruzamos en el ascensor de la Dirección de Estadísticas y me dijo:
-“No sé pero ese día necesite abrazarte”. Yo le dije que mi compañera me había contado y que cuando terminara este quilombo del censo hablaríamos.
En su casa lloró la mamá, el padre, el perro, las plantas. Todos. Con mi compañera nos acordamos siempre de el cuando vemos una foto de Evita, una remera, todo eso que evoca ese gran enigma que llaman Peronismo. Lo cierto es que yo me enteré por un llamado al celular del chofer que nos llevó a Salavina. Al principio pensé que era una broma, pero pudimos confirmarlo por la radio . Ese día no pude parar porque tuvimos que estar hasta la medianoche solucionando problemas.
No soy Peronista. Pero siento un gran respeto por aquellos que sintieron que la única vez que fueron tenidos en cuenta fue con Evita o Perón. Y ahora con Kirchner o Cristina. Hablo de esas gentes sencillas, como mi abuelo que sólo reconocía dos amores: El peludo y Boca. Era radical porque sentía que Irigoyen lo había tenido en cuenta. Lo mismo pasó después con las generaciones que recibieron beneficios sociales de mano del Peronismo. Murió “el pingüino” y todavía no pude abrazar a mi amigo. Igual me siento bien porque pienso que le dejé los escritos de Cooke. Y no hay nadie mejor que el para tenerlo. De los “gordos” con su patota… Bueno, ya ajustaremos cuentas. Mientras tanto, observo la fotocopia de un cuento de Carver: “Llámame si me necesitas”.
Asado
En la escuela de Pocitos llega el mediodía. La gran mayoría de maestros salió a censar. Pero algunos se quedaron. El fuego está listo y tiran carne a la parrilla. Monte adentro doña Irma invita algo de guiso a mi hermana. Sabe ella- mi hermana- que no podrá llegar a todos los ranchos pero igual va a ir al día siguiente. En el 2001 le había tocado censar 35. Los que quedaron en la escuela después de comer el asado van a dibujar los datos. Los crímenes tienen distintas magnitudes. Los hay grandes y también están esos otros: Pequeños, casi imperceptibles pero no dejan de ser lo que son: Aberraciones.
Mariano
Lo puse como foto de perfil. No pienso sacarla. Podría haber sido yo. Supongo que él también debe haber leído “Mi vida”, “La revolución Rusa”, o “Carta a la Juventud”, de León Trosky. Supongo que fue a alguna escuela de verano para aprender el ABC del marxismo. La teoría de la lucha de clases. Leí que empezó a militar a los trece años, cuando fue elegido delegado de su curso. Que era tornero y empezó a militar en la facultad en el CBC. Su madre es maestra. Mi vieja también. En las fotos se lo ve sonriendo, haciendo carteles del partido. Soñaba con el socialismo. Mariano cayó en manos de los que seguramente despreciaba: La patota sindical, esos que él sabía, son enemigos de la clase obrera. Una vida quebrada en Octubre, el mes de la Revolución que más amaba. Mariano podría haber sido mi amigo. Pero nunca se sabe.

Cecilio
Es domingo. Por la mañana tome café en una confitería del centro. Vi desfilar muchas camionetas 4x4. Compré la revista de fútbol para mi hijo. Y pensaba desordenadamente en cosas como la justicia, la estafa, los robos… La muerte. Ayer por la tarde el amigo Esteban Brizuela contaba su parecer sobre el genocidio nazi. Hablamos de esa cosa que escribió Adorno: “Después de Auschwitz, escribir poesía es una barbaridad”.
Y aquí estoy tecleando, sin saber bien por qué. . . Y mañana van a dar la sentencia del Juicio que va a hacer historia en Santiago del Estero: Después de 34 largos años quizás Cecilio Kamenetzky sonría como en la foto que se hizo masiva. Pienso también en Adela su hermana, en doña Elena, la madre. . . Pienso que Julio Carreras debe estar ansioso ahora mismo. Giribaldi, Mario Alejandro, va a estar cantando las canciones de Víctor Jara y César Isella de nuevo. Puedo ver ahora mismo también la gente afuera del Juzgado: Los obreros de Las Madres con sus cascos amarillos, los militantes de derechos humanos, los del Mocase, los de la universidad. . . Todos.
Y van a estar escondidos, como las ratas; porque no creo que se animen a escuchar la sentencia: Ellos, los asesinos y torturadores. Ojalá sea un claro día de justicia.

Cicatriz - Ana Giribaldi

Con tu pulso de electrocardiograma
y tu pico
de costura de cicatriz
me arrincono
en tu casa
de silencios de heladeras
y relojes colgados
(como cuadros)
que no andan
que desvarían
en su básico tic tac
que ahora es tic-tac-toc
TOC-TOC-TOC (al infinito)

Mi tristeza,
esa niña malcriada,
me roe
me repta
me babea...

¿Será
-me digo-
que no ser feliz
es también una elección?

Y meriendo
esta insulsa rutina
con aguijones en la cabeza,
en el corazón...
Los mareos que acostumbro,
la parada del ómnibus
y la espera de siempre,
interminable,
como ciertos viajes...
Como esta puta vida misma.