lunes, 21 de septiembre de 2009

Leónidas Lamborghini: eterno aprendiz de brujo

por Andrés Navarro

El poeta roto. El leguaje obnubilándolo insistiendo en sus acometidas. El poeta roto por esa insistencia de las palabras que lo habitan. El lenguaje, presa que apresa en el redil de la hoja.

El muñón del poeta. Espacio perdido del cuerpo, del cuerpo perdido que aún vibra. El muñón del poeta que extiende un llamado imposible. Imposible instrumento que se des-compone: el lenguaje roto.

Escribir del poeta roto. El juego de un juego que ya se está jugando; escribir de eso. Juego del poeta que es una palabra entre otras.

El poeta-palabra. El vagabundeo de un loco que salta de su mente y corre en un desierto infinito. La palabra-poeta que huye, no se sabe de qué.

La palabra-angustia. La palabra que se pierde a sí misma en un Caos eterno. La angustia que soporta la esperanza de una luz. La hoja de papel; esa luz.

Esa luz no ilumina el Todo. Hay palabras que nunca vuelven.

El poeta-oído. El oído del poeta atendiendo la llegada de las palabras. El lenguaje roto insistiendo. Las palabras y sus brujerías.

El poeta: eterno aprendiz de brujo. Quisiera ser Dios, quisiera ser la luz del Todo. El poeta roto. La conciencia de no ser más que aprendiz. La conciencia de que el lenguaje se le escapa siempre de las manos. La conciencia de que es imposible graduarse en esa magia.

El disimulo-poeta. El lugar de escucha y espera. La calma aparente de un deseo de recibir a las palabras. Las palabras y sus hechizos.

El susurro, la sugerencia prometedora, las voces imprecisas. La palabra-balbuceo: imperioso desorden que da vida. El poeta-escuchante de esas voces que lo rondan. Voces anteriores que susurran sus balidos tempranos e insisten hasta convertirse en palabra.

El disimulo-palabra. Las palabras que hacen como si. El poeta-paciente que deja que se acomoden solas, que no las fuerza. Pero la palabra también disimula. El poeta-baqueano ha de volverse hábil; artesano del lenguaje que se rompe.

El afán de combinatoria. La palabra paciencia del escucha y escribiente que entiende que pueden pasar años hasta que entienda. El poeta combina. Las palabras también bardean. El lenguaje que se rompe es una herramienta.

El poeta-gauchesca. El homenaje a los creadores de nueva lindura. Esa risa; risa oblicua. La caricatura. El ojo al poder. Esa resistencia.


II

La palabra-oveja. La intención de la palabra de jugarse el mundo, de crear su mundo, de entretejerse. La palabra-oveja que es oveja y es palabra porque puede serlo.

El temblor de vivir. La unión entre el principio y el final; la distancia insalvable entre ambos.

La simulación-palabra. No es hasta que es. Insiste en ser. El emulo-poeta insiste en esa palabra. La palabra de un modelo que se destruye. El lenguaje roto. El poeta roto insiste en esa palabra-tangente. Tangente-palabra de un modelo roto, reescrito, nuevo.

III

Papel-espacio neutro. Límite sin límites. El Caos original donde las palabras quieren morir pero no mueren; gritan, berrean, se retoban. Quieren romper el papel, pero no lo hacen. Papel-cárcel maldita.

El poeta-lobo. Las palabras perciben eso. Su lobo esconde, oculta para calmarlas. El poeta roto se inclina ante ellas para burlare sus sospechas. El lobo-poeta insiste en liberarlas del susto y seguir en el rodeo.

El poeta hurta. La palabra-oveja es esquilada. Ese dorado vellón es el elemento del poeta roto. El lenguaje fragmentado, roto, hecho vellón.

La palabra fracaso; estética del poeta. Hay un temor a no poder que se repite en cada faena. Ese temor es un borde que frena, pero anuda. El poeta-borde; ese desafío de toda la vida. Esa nada en permanente acechanza.

El poeta ladino. Ingenio para enfrentar ese temor. Si gana o pierde, no le interesa. El erotismo del juego es no saber bien cómo venía la mano. El poeta ladino en el umbral donde se palpita el juego; su deseo.

La ex-sistencia del poeta. La insistencia de las palabras que rompen el lenguaje, que rompen el poeta.

El poeta-inquietud: loco deseante.

Su deseo en el deseo de las palabras. El mismo fuego; lenguaje roto que se rompe. Al fin comienza a entenderlo: el poeta-instrumento de su instrumento.

El poeta-partida. El juego en su desarrollo. El final del juego. El comienzo del juego. La palabra ambigua.

El silencio-poeta. Esa nada que vive dentro de él y entre las palabras; eso indecible.

El fin del simulacro. La muerte. La vida en la escritura.

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