martes, 20 de abril de 2010

¡Eran gatos! - Luis María Rojas.

A mi me ocurrió que en mitad de una reunión
de negocios pensé sin saber por qué en los gatos
-que no tenían nada que ver con el orden del día-
y descubrí bruscamente que los gatos son teléfonos.
- Cómo se pasa al lado. Un tal Lucas -.

Da un poco de pena caminar por el lomo mojado de las veredas y montar esas serpientes multicolores que terminan comiéndose la cola indiferentes a nuestros pasos, pero da bronca al mismo tiempo, en días de lluvia, saltar esquivando sus escamas flojas por temor a mojar los pantalones hasta el ridículo y dar la nota en la casa de la señora Susana. Tal vez fueron esos saltos o el ritmo particular de las contorsiones corporales por evitarlas, las que provocaron que otra vez me sorprenda la cosa. Le digo así (la cosa) porque no se muy bien de qué se trata, es como una especie de suspiro profundo y repentino, como esa bocanada de aire que da quien estuvo mucho tiempo sumergido en el agua y de repente, asciende con el corazón en la boca a la superficie y respira. Todavía no deja de sorprenderme, surge inesperadamente como las visitas de Coco o una puntada: estoy perfectamente asido a la realidad, inmerso en los problemas cotidianos cuando de pronto ¡Zas!, esa falta de aire que me provoca una profunda aspiración que a su regreso (cuado exhalo) me devuelve al mundo, pero no al mismo mundo sino a uno que está más abajo o más arriba de aquel (todavía no puedo determinarlo), muy parecido al primero pero distinto. Un mundo donde puedo ver perfectamente que las veredas no son serpientes y que en realidad al mundo lo maneja un gato o, mejor dicho, varios gatos.
Abro los ojos nuevamente y me encuentro con mi conciencia tratando de palpar aquel mundo que se me escapa pero que sigue ahí, metamorfoseado, moviendo la cola nervioso, mirándome con los ojos bien abiertos y frotándose entre mis piernas como quien quiere llamar la atención. Retozo con este gato y me muestra cómo la realidad se multiplica, como se fragmenta en innumerables gatos que mueven y engañan a los hombres. Me muestra como subidos a los hombros de las personas, les tapan los ojos con sus colas mientras les ronronean al oído las obligaciones, los deseos, los quedate callado, la ley de gravedad, los miedos, los horarios, el principio de no contradicción y los pero a la próxima le canto las cuarenta. Me muestra cómo estos gatos son los que a diario sostienen nuestras vidas, exagerándolas, haciéndolas parecer importantes, son los que quieren darnos un sentido y cegarnos de la liviandad de lo real, el gato ponete el traje que te queda mejor, el gato dale el asiento a la señora, el gato levantate rápido que llegas tarde al gato del trabajo, el gato afeitate esa barba, el gato vas a ver cómo para todo problema hay un gato que te lo soluciona y otros gatos, más o menos astutos, que pretenden dar un norte a la torpe existencia humana. Así, todo se vuelve claro y sencillo ¿Cómo no nos dimos cuenta antes? ¡Eran gatos los que nos engañaban, los que querían dar sentido al sinsentido! Sin estos gatos que nos dicen qué es el mundo, el mundo es sólo el mundo, sin escalas, sin valor, sin angustias, sin sentido.
Pero tropiezo con una escama que inmediatamente se transforma en una baldosa y el dolor frío del raspón en el piso y la mancha barrosa de mugre, sangre y lluvia en mis pantalones me devuelve otra vez al espectáculo y la tragedia. Y, aunque ya no lo sé, me envuelve otra vez el gato show must go on y me maúlla al oído que tengo que cambiarme el pantalón, porque no puedo causar una mala impresión en la casa de la señora Susana y mejor no hablar de la vergüenza de volver con el pantalón todo mojado y harapiento en la rodilla (ese debe ser otro gato), aunque por suerte es tarde y de todos modos los vecinos nunca salen cuando llueve.

5 comentarios:

  1. Eran gatos, texto que conozco de hace tiempo, tiene la particularidad que pocos textos me provocan y es la de encontrarlo en muchas situaciones y otros textos.

    Lectura que entra por lugares desacostumbrados y por eso queda siempre como a mano.

    ResponderEliminar
  2. que locura este texto luis???
    te acuerdas cuando lo leiste por primera vez al texto, y al pasar por casa, la euge nos miraba y nos decia.... chicos este es el gato del telefono!!!!
    que cagazo que nos pegamos!
    siempre es lindo releerlo y recordar lo lindo (valga la redundancia jajajajaja)
    saludos
    belen

    ResponderEliminar
  3. remeber luis???
    cuando lo leimos con andres y carlos?
    y al pasar por casa, la euge nos señalaba a su gata diciendo que ella era la gata del telefono, porque le habia pegado a la pancita un cel de juguete... y nosotros nos mirabamos asustados...
    que lindos tiempos man...
    saludos...
    y gracias por los recuerdos
    belen

    ResponderEliminar
  4. Muy bueno Luis...tenes un estilo muy particular...no conocía estas cualidades tuyas..pero no me sorprende... esperamos más..cariños. marta justiniano

    ResponderEliminar
  5. ESCRITO DE BURGUESITO GATUNO

    TEXTO INSUFRIBLE

    ResponderEliminar