lunes, 14 de junio de 2010

Material Encontrado




Estimados:

La madrugada no es buena hora para la escritura. Al menos, no para mí. Normalmente funciona por la mañana, singular momento en que mis dos neuronas en uso pueden algo procesar. Vivo equivocado. Tengo la costumbre de elegir los lugares y momentos menos indicados: una especie de premeditada y alevosa enfermedad de ir por el sentido contrario del cartel. Pero nada de premeditación, no lo hago ex-profeso, es un mal congénito (error de la junta de espermatozoides y óvulos, los de madre y padre). Siento vergüenza de ello y hago varias horas de terapia en el mes desde hace varios años para, de una vez por todas, finiquitar este mal. Algo, si me permiten, que había sabiamente intuido, o claramente comprendido Oliverio Girondo: “Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades. En mí, la personalidad es una especie de furunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad.” Entonces sucede que el acto creativo, que encarna el artista que hay en mí, me abandona, más bien nunca llega; y no queda más remedio que acudir a una de mis pasiones ocultas. Ahí hecho mano del Voyeur que en mí pensiona. Por pudorosa convención no les diré de estas enfermizas costumbres. Más que la que ilustra este caso. Quiero declarar entonces que me agrada buscar, mientras camino; deshechos, cosas inútiles. Especialmente si de papeles con letra se trata: postales tiradas, recortes de diario, prospectos de medicamentos etc. Pero sin duda la pasión pour excellence es dar con cartas tiradas, letras en tinta borroneada por acción de poéticas, y no tanto, lluvias. Sí, profunda vergüenza siento, pero no puedo más que confesar el orígen de esta carta encontrada una de estas tardes de desazón e hinchado de tranquilizantes varios. La plaza del Maestro fue el lugar donde hallé esta que aquí les comparto. Una pieza cuyo interés literario posiblemente no cruce el umbral de lo apenas aceptable; aunque no estoy seguro. Lo más probable es que esté, como siempre, rotunda y milimétricamente equivocado. Pero como no puedo dormir por la impresión que tuve al leerla deseo compartirla (tal vez una manera de des-paranoizarme.)

Estimado, amado, odiado, y todo aquello:

Soy, sí, soy una cobra estancada en veneno; un paréntesis, un charco en untuosas noches lamiendo eso que no ha sido ni será. Una luz entrando entre mis piernas, brillantina barata en una fiesta donde todos olvidaron su disfraz. Soy esa yarará con cabeza erguida al sol, arrastrada por caminos de sal quemadora. Mi vientre rozando toda esa superficie caliente que dibuja como panes en la boca: “soy puta, muy puta”. Y no quiero decirte lo que ya sabes: no como sushi, no conozco la nieve de Dublín, y no puedo más que nadar en estas costras de mediocridad. No he sabido ser hija, ni hermana, ni vecina; apenas esta mamba negra, pronta a meter la ponzoña donde todos huyen. Mi corazón quebrado ha sido intoxicado por tu manera de macho-merca en punta. Y ya no fui la misma. Nunca lo seré.

Te digo:

Búscate una vida

Algo más estable

Que esa vaca de escritura

Con olor a dizque:

“SOY EL MEJOR”

O gano y gano

Y hago que no me importa

No lobo

No bobo

No robo

Así no es.

Soy un acento insustancial. Humo de cigarro en el estómago del trópico. Una lengua a veces muerta que pronuncia rezos, y más se alegra al lamer tus secretos de patrón congestionado de líquidos sabrosos. Soy la gran tragadora que mejora su piel, despacio en el viaje cuando empieza. Y luego en crescendo y gritando se acopla en tu cuerpo. Y soy lejana y próxima. Un argumento ordinario derrapando, rasguñando todo: espalda, hombros, boca, cabellos. Soy un adjetivo chirle. Me golpeas y gozo. Me empujas y lloro. La noche es una sábana con svásticas dibujadas en el tendal de palomas que intuyo, una avenida con luces que se apagan en el suburbio de tus pensamientos. El guiño como santo y seña. “Soy puta, muy puta”. Pero no moqueo cuando estalla tu sangre hinchándose en ese lugar que adoro y quiero. Quiero que vuelva ese día y esa noche. Jadear con ganas en ese acto insólito de dejarme penetrar. “Penétrame y la locura será un gran juego con Dios ausente”. Veo conejos, aviones monoplazas, guerras que brotan en un chasquido de dedos. Hilos de sangre en mi nariz quebrada, con estrellas de cinco puntas.

Te pido:

Vete al paredón

Donde se fusilan los miedos

Las instrucciones

Las he dejado

En la puerta de la heladera

No esperes

No llores

No grites

No muerdas

Que así no es.

Soy la hora lisérgica, un cuento mal escrito. Una anotación al margen del margen. Los ojos entornados después de la posesión. Mike Tyson mordiendo una oreja en el centro de un escenario rodeado por millones de Ojos. Y aquí, en mis venas, en mi vagina, tengo las inscripciones de esa noche: La noche. Y vuelvo a colgarme de tu cuello y ando y nado en el sudor caliente, en la adivinación de esos puertos mugrientos y encantadores que no todos saben. Y te veo avanzar, ahí vienes: caballo pampeano- impostergable, avión kamikaze rumbo a destrozar mi proa. Yo, este barco. Yo la que espera, te espero, nuevamente. Anoto en la noche cafeínizada: A) desconfía de todos los objetos con saliente. Punzan. B) La escritura es el milagro que no le es dado a los crédulos. C) Confiar en las escrituras cuyo objeto es la renuncia a todo. Y escribes en mi espalda: “Soy puta, muy puta”. Me golpeas y no me quejo. Torquemada se hace en vos una proyección desde un túnel negro, muy negro. Japoneses desesperados, películas de derrotas diarias. Soy la pálida ecuación sin nombre, sin nadie que me escriba, la tortura que no se narra, no se amarra. La violada eterna, eso soy.

Te ruego:

No olvides

Que los pájaros

También se estresan

-visiones de psicomagia-

Ya ha sido

Mañana

Y pasado

No importa

No duele

No arde

Porque así no es.

Soy, sí, una cobra estancada en veneno; un paréntesis, un charco en untuosas noches lamiendo eso que no ha sido ni será. Soy un acento insustancial. Humo de cigarro en el estómago del trópico. Una lengua a veces muerta que pronuncia rezos. Soy la hora lisérgica, un cuento mal escrito. Una anotación al margen del margen. Soy la que después de 30 años te encuentra en una esquina. Vos y tu santa mujer. Soy la que escribe una carta. Esas astillas todavía están. Luego de 30 años, de aquella noche, donde el aire era una sierra eléctrica. Y yo, niña descalza, fui en tus manos una rama de árbol, violentado, y entre lágrimas me dolía y gozaba. La máquina perfecta del tiempo compone poesía imperfecta. Ruidos. Aserrín. Canciones. Anotaciones en el baño cuando todos duermen. Soy el veneno estancado en un paréntesis, una noche con charcos insustanciales. La penetrada por tu dulce violencia. Rezo y hora sin calma. Asma en el jardín de la intranquila y sedicente. Sediciosa con sed. Horda de recuerdos cuando te veo con tu santa mujer. Pero aquí estoy, simulando una vida, entre capullos de deseo y alambres de recuerdos.

Te exijo:

Devuélveme una porción

De vida

Un pedazo de mi carne

- en el estómago del viento duermen

Cartas que no escribí-

No seas niño

No seas criminal

No claves mis dedos

No me sigas más

-En estos sueños desparejos-

Porque así no es.

De Nestor Mendoza

2 comentarios:

  1. Muy Bueno Nestor! Un abrazo desde Rafaela. Anibal

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  2. gracias payador, mande algo suyo, que me quedé con ganas... Un abrazo. Néstor.

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