sábado, 2 de enero de 2010

Los sueños o qué culpa tiene la manzana de Andrés Navarro

“Para mi gran asombro, descubrí un día
que no era la concepción médica del sueño,
sino la popular, medio arraigada aún en la superstición,
la más cercana a la verdad.”
Sigmund Freud


Creo que fue en invierno cuando pensé por primera vez que la religión era mera cuestión de fe. Digo invierno porque me parece que esta “primera vez” fue a mitad de año, cuando estaba en el tercer grado de la escuela primaria. Semejante revelación generó una duda que ocasionó un incipiente dolor que no me abandonó nunca: ¿qué es lo que sostiene esa absurda creencia en un todo superior?

(hay una manzana verde en el vértigo de la última rama)

Cualquier sueño podría servirme de ejemplo; mas por diversos motivos escogeré uno propio que parezca falto de todo sentido y cuya brevedad facilite la tarea.

Años después, o poco después no recuerdo, descubrí la culpa. Esto ocurrió seguramente en verano; el calor es el acompañante ideal para la culpa. La culpa es esa fuerza que ejerce implacable dolor sobre el pecho y lo mantiene compacto. (la manzana está roja, pero sigue en su árbol esperando pacientemente alguna tentación) Fue en ese entonces cuando verdaderamente empecé a sufrir.

Había yo abandonado, en unión de un amigo mío, una poco numerosa reunión. Mi amigo se ofreció a tomar un coche y conducirme en él a mi casa. “Prefiero un cabriolé con taxímetro –dijo-. El verlo funcionar entretiene mientras se va en el coche.” Al subir al vehículo y abrir el cochero el aparato, dejando ver la cifra de 60 céntimos, que constituye la suma inicial del precio de la carrera, proseguí yo la broma de mi acompañante diciendo: “apenas hemos montado y ya le debemos 60 céntimos. Los coches con taxímetro me recuerdan siempre la mesa redonda de los hoteles. Le hacen a uno avaro y egoísta; recordándole de continuo su deuda. La manzana cae de madura y espera.

En el tejido cuya trama nos descubre claramente el análisis podría yo ahora separar más los hilos y demostrar que va a unirse todos en un nudo único; pero consideraciones de naturaleza no científica, sino privada, me impiden llevar a cavo en público esta labor.

Pasaron las estaciones del año y la manzana siguió esperando en soledad casi hasta desfallecer sus ideales. Una vez vio acercarse a un joven campesino que al verla ya toda arrugada se alejó presuroso. Otra vez, fueron alegres niñas que después de divertirse en las ramas del árbol, también se alejaron sin reparar en ella. Fue entonces cuando me vi perplejo en el atolladero de las elucubraciones y decidí abandonar la fe en cualquier tipo de creencia. Sin embargo, la culpa, fiel recordatorio de la deuda, sigue ejerciendo presión sobre este otoño eternizado, alucinógeno de manzanas pasadas, nunca más mordidas.

2 comentarios:

  1. No te creo nada. "la ropa al costado, la pieza a oscuras/ y la presión de nuestros muertos/implorando por un significado./Benditas horas previas a la salida del YO..." ODA-Fabián Casas. Saludos.
    N.

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  2. Andres: Todo lo escribiste vos? Incluso lo que está en cursivas?

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