Hubo un crimen, claro, bah en realidad hubo varios crímenes a lo largo de su carrera, de la carrera del tipo que hace de investigador y que en realidad no lo es porque no le da el anco. El tipo este se hace cana porque le encantaba las películas yanquis donde el policía es lindo y se coge todas las minas que puede y desprecia algunas porque interfieren con su labor en beneficio de la comunidad. El tipo, nuestro policía, se hace cana. Le gusta la institución y piensa en que es bueno pertenecer a este lugar que corrige la sociedad combatiendo el mal.
En los primeros tiempos de su carrera no hubo ningún crimen como en las películas, pero no ganó la desazón. Había muchos papeles para sellar y formularios que llenar, él lo hacía con odio pero cumpliendo al pie de la letra. Pensaba que de alguna manera era Clark Kent y que lo mejor aún no había llegado.
Tuvo su show en un baile donde peleó con varios borrachos quilomberos, fue fácil darles una buena cagada; pero el no participó, esa vez, de la fiesta que se hicieron sus compañeros de la seccional con los que arriaron ese día. Por suerte después lo trasladaron…
Cuando comenzó a comer los asados que preparaban en la seccional, donde había un asador que desataba la envidia de las otras seccionales, no pensó que por ese lado le iba entrar la institución policial que él pensaba cambiar. Engordó irremediablemente. Comenzó a participar de las fiestitas que se hacían los muchachos con los detenidos que llegaban. Aprendió a golpear sin remordimientos a tipos vencidos y meados de miedo. Aluna vez tuvo una causa, pero el juez se la limpió y quedó tan bueno como cuando entró.
El hecho es que una vez hubo un tiroteo y mataron un cana, y en medio del bardo él pensó que había llegado la hora para lucirse, y en realidad ya le había pasado. Corrió detrás de uno de los maleantes, todo se iba armando como en las películas que él devoraba por las noches. Pero allí los yutas son lindos y delgados, fibrosos porque no se piantan tantos chorizos en la seccional, bah en realidad nunca comen porque toda la hora están detrás de los malos. La cuestión es que corrió como pudo unas cuadras pero tuvo que pararse porque le quemaba el pecho. El otro tipo, el malhechor, se paró como a una cuadra de distancia, se cagó de risa y se fue a la mierda. Ahí fue cuando sintió que algo le apretaba en el pecho. Era una presión que lo hacía tambalear. Cayó al piso como un saco y pasó al otro mundo, no pregunten a cuál, supongo que al de los policías.
Sí, claro, más vale que lo enterraron con honores pero el no se enteró.
De Abel Miranda
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