lunes, 22 de febrero de 2010

Fidel o Pinochet

-¿Sabes qué? El mundo es redondo y da vueltas –decía el Víbora
mientras con el índice de la izquierda señalaba una pelota inexistente
en la derecha- hoy estás arriba y yo aquí, ¿ves?, abajo. Pero,
guardia, mañana se da vuelta la tortilla y yo estoy aquí- movía la
muñeca y señalaba el pulgar que ahora apuntaba con un nudillo para
arriba- ¿entonces? Entonces no jodas, viejo, no te preocupes por esos
que hoy te miran desde arriba, porque todo lo que sube, baja y todo lo
que baja –hacía un instante de silencio como pidiendo la respuesta-
¡sube! ¿Entiendes, amigo? ¿Capichas lo que te digo?
-Claro, capicho.
Un compendio de ideas hechas al gusto popular era el Víbora. Casi
siempre empezaba con Colón que descubrió que la Tierra es redonda,
¿sabías?, el mundo que da vueltas, seguía con el mil de ladrillos que
precisaba para construir un paredón móvil y matar a todos los
corruptos de la Argentina. Y terminaba con que el primer gobierno de
Perón fue bueno, pero en el segundo desbarrancó un poco.
-Porque ya no estaba la Eva- decía, quizás sin saber que esa forma de
nombrarla era típicamente anti peronista. Digo, porque otra de sus
frases hecha era que él no era anti nada o mejor dicho “soy anti
ladrones”.
Tenía varias frases de cabecera el Víbora, algunas políticas.
Conseguía una noticia “posta”, “de adentro” o “de un muchacho que
sabe” y entonces largaba:
-Cuando digo que la vaca es overa es porque tengo el cuero en las manos.
O aseguraba que ya se venía una difusa revolución de no se sabía muy
bien quiénes ni contra qué. Apenas veía que dudabas, advertía.
-Cuando te diga que es carnaval, vos apretá el pomo.
O daba consejos sobre las mujeres.
-Mujer que no coge, vuela, ¿vos has visto alguna que vuele?... Bueno,
todas cogen.
-Las mujeres son como las chapas, hay que clavarlas para que no se vuelen.
Y siempre terminábamos en la misma.
-Cuando uno se casa, lo primero que tiene que hacer es pegarle un buen
sopapo a la mujer. En la luna de miel hay que calzarla para que sepa
quién es el que manda.
-Che, ¿vos le has pegado a la tuya?
-No. Así me va también.
Al último aburría enormemente el Víbora. Lo veía y me daba una
sensación de hastío, Era como leer veinte mil veces el mismo
Patoruzito. Un decir, llegabas al café y le comentabas un asunto que
habías leído en el diario, no sé, cualquier cosa.
-Parece que el gobierno se ha quedado con un vuelto en el….
-Pará, pará, no me digas nada.
-Ah, ya sabes todo, ¿no?
-No sé nada. Pero a esos hay que matarlos a todos. Hay que pasarlos a degüello.
Y claro, te cortaba la inspiración. Porque si todo se arregla con un
paredón móvil entonces no hay conversación que dure. Además tenía una
confusión ideológica que te la voglio dire. Un día llegó a decir que
los dramas de la Argentina se arreglaban con un Fidel o… con un
Pinochet. Una vez no sé quien llevó unos amigos socialistas. Se
querían matar, porque además el Víbora se proclamaba socialista de la
primera hora, socialista de José Ingenieros, que era otro boludo, pero
boludo atómico, boludo nuclear.
Al final, qué quieres que te diga, al cabo de tantos años ya me tenía
podrido el Víbora con sus ideas de Compendio General Etimológico de la
Frase Hecha. Repodrido estaba. Cada vez que lo veía las bolas me
llegaban hasta la tercera napa freática.
Ese tiempo vino con la idea de las máscaras mortuorias. No sé dónde
habría leído o le habrían dicho que a los tipos importantes de antes,
cuando se iban para el otro barrio, les sacaban una máscara en yeso.
Una forma de guardarlos por si a alguien se le ocurría levantarles una
estatua.
-Deberíamos hacernos una máscara mortuoria nosotros también, pero
antes de morir- largó en una reunión.
Creo que fue el Gordo Tornillo el que le respondió:
-Mirá Víbora, te he oído decir miles de boludeces, pero como esta, ninguna.
Después vino con que había que aprovechar los cajones de los finados
de los monumentos de los cementerios para hacer muebles.
-Así nos ahorraríamos un montón de madera- explicó.
Pero para ese tiempo ya nadie lo consideraba como para andar
respondiendo las estupideces que se le ocurrían.
Yo quise hacerle una joda. Conté que en Reyes pondría un negocio en la
Tucumán frente al mercado: venta de agua y pastito para los camellos.
-Tantas macanas se venden para este tiempo, que qué voy a creer que no
voy a vender siquiera alguito- dije.
Pero nadie, salvo el Víbora, captó el chiste, la cargada. Tomó nota.
Otra ocasión propuso pena de muerte para los acaparadores. Y se enojó
porque le dije que acaparan porque tienen dónde.
-Cómo es eso.
-El tipo que acapara mercadería es porque tiene un galpón- le dije.
-Yo también terminaría con todos los galpones- respondió medio picado
No sé quién exclamó:
-¡Ah!, ¡bueno!
Y agregó
-Pero éste no es más pelotudo porque no se entrena.
Tuvimos que separarlos entre varios, porque así como lo ve, todo
flaquito, el Víbora tiene una fuerza bruta de la mierda.
Pero, ¿sabe qué era lo peor del tipo? Era porteño, hablaba como
porteño y ceceaba las eses como los porteños arrabaleros, ¿ha visto?
Eso que venía de una familia de chuchetas de allá, venidos a menos. Se
decía descendiente de Juan Manuel de Rosas, por los Anchorena, algo
así. Usté sabe como odiamos a los porteños en Santiago, sean
descendientes de Rosas o de don Juan de Garay. En realidad no es odio,
es odeo.
El Víbora no iba a cambiar sus pensamientos por una agarrada así
nomás. Es como si uno naciera con una idea y nadie se la va a sacar de
la cabeza. Parece que algunos vienen así de cuna. Pueden ser
excelentes guitarristas, pintores magníficos, escritores de nota, pero
cada vez que hablan, largan un macanazo. Hay varios dando vueltas por
el centro de Santiago todos los días.
Otra vez propuso no sé qué. Alguien también lo atajó diciéndole que
era una huevada, pero se defendió:
-Este- señalándome –anunció que iba a vender pasto para los camellos
de los Reyes y nadie le dijo nada.
Ahí me di cuenta de que había tomado nota de que mi supuesto negocio
de Reyes había sido una joda para él. En ese sentido, ningún quedado,
le digo.
Justo en ese momento yo estaba enfrascado en una discusión sobre una
película de la Sofía Loren, no sé qué y la dejé pasar. Pero me juré:
-Esta es la última que me haces, Víbora.
Y comencé a salir con el chumbo. Un Orbea del 32 que tenía en casa.
Por las dudas lo llevaba descargado.
Una mañana lo fui arreando despacito. Comencé hablando de un Fulano
que había sido amigo, ahora estaba de funcionario y me negaba el
saludo. Como nunca, ese día el bar estaba hasta el ojete de clientes.
Lo seguía llevando. Le digo más, llegó el Profe, que raras veces solía
venir, estaba también el Gordo Silva, Daniel Guerra, ¿no le digo?
Todos. Y yo seguía contando las cosas que se había comprado el amigo
funcionario.
-Antes no tenía ni para una bicicleta, ¿te acuerdas? Y ahora tiene dos
autos, a uno lo ha puesto a laburar para remís- seguía contando.
Y ahí fue cuando se le salió la cadena al Víbora.
-A esos hay que matarlos a todos.
-Sí- le respondí.
Y, del portafolio saqué el revólver.
-Tomá, andá, matalos y volvé.
Le dije.
El silencio que siguió fue como esa parte de la misa, después de la
comunión, cuando el cura se va a sentar y todos quedan quietitos,
esperando quién sabe qué. Primero quiso hacer como que agarraba el
arma, pero se dio cuenta de la cargada y de sentado nomás me largó un
semerendo seco que me tiró voleando a la mierda. Se me vino al humo,
diga que nos separaron, que si no, me mata, ¿no dije que es flaquito
pero bien fortacho?
Cuando se acuerdan, los muchachos siempre me piden el chumbo para
salir a matar funcionarios, me cargan de lo lindo. Pero yo he dejado
de frecuentar los bares a los que iba, para no encontrarlo al Víbora,
verlo nomás me produce una cosa como rabia, mezclada con no sé qué,
bilis pongalé.
Yo digo solamente dos cosas, primero que me enferman los tipos que
tienen ideas comunes, frases comunes huevadas comunes. Segundo, que se
cague, Víbora de mierda. El pez por la boca muere.

De Juan Manuel Aragón

3 comentarios:

  1. hay aragon haraguete... traspirá un poco la camiseta nene... le falta el 95% de sudor y el 5% de inspiracion... a este "cuento" le falta todo...
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    Anonimo despreciable

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  2. eh chico chica...no tienes un pedo que hacer vos que nocomo te debes aburrir que entras aqui y lees que dices que no te gusta...muy patetica debe ser tu vida chango...o changa.
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    anonimo al pedo 2

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  3. Grande Juan Manuel!!! Hay que andar bastante para llegar a describir de esa manera el ser santiagueño. Espero un libro tuyo con personajes comunes, como el víbora, escrito en ese lenguaje santiagueño puro que te caracterizó siempre.
    Un abrazo.

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