lunes, 22 de noviembre de 2010

Ellas II

Son mujeres que pasan los 55, si no en edad por lo menos en esa necesidad de querer ser joven. Debemos decir que son buenas señoras, católicas claro, que aman la poesía y el orden. Para Ellas la poesía es un orden divino y Ellas son los instrumentos por los que bajan los versos del Ser.
Se reúnen y leen sus poemas equilibrados, son reuniones donde prima la camaradería, el buen gusto y la hipocresía, claro. Que tus versos son más hermosos que los míos en esta parte, ay! no, pero los tuyos son exquisitos aquí cuando dice “la tierra se estremece al paso de su paso celestial, habitada por la doliente calma angelical”, ah sí, esa parte, la verdad que la logré con mucho esfuerzo y poca lectura, para no dejarme influenciar y seguir siendo auténtica.
Todas se preguntan qué sería del mundo sin esos libros que son hijos de su dolor más extremo, y piensan con razón, debemos decir, que el mundo es injusto con Ellas. Lo disculpan sólo (ahora ya podrá ir sin acento si quieren, así cumplimos con lo que manda el amo del lenguaje y su academia que mantiene el buen escribir para bien de nosotros, claro, no de sus intereses, qué mal pensados) porque la mayoría de los lectores del mundo son ignorantes y no han cultivado el buen gusto. Ellas se leen las unas a las otras sólo (consultar a la RAE) para no repetir frases, que lamentablemente terminan repitiendo. Pero sabemos que esto sólo sucede porque están movidas por el mismo espíritu celestial.
A todos lados llevan sus libros como muestra de su formidable trabajo. Tienen hermosas portadas, dulcificadas con imágenes puras y celestiales. Los versos son la esencia de su ideología (mejor no entrar en detalle). Aportan siempre una limosna a la salida de la iglesia (mejor si las están mirando), un chico de un barrio pobre, muy pobre digamos, come gracias a la gentileza de su gentil existencia. Todos agradecemos a esas buenas señoras sus poemas y cuentitos, por qué no, y admiramos esa vitalidad eterna. Amen. Amén.

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