Hace mucho que no me reía tanto con un libro. En realidad, hace un año. El autor que me despertaba unas carcajadas irreprimibles en el hall de un hotel de Buenos Aires, era Bernardo Jobson. El libro en cuestión: El fideo más largo del mundo. Y el cuento más gracioso dentro de ese libro: Te recuerdo como eras en el último otoño. Léanlo y verán. (Sé que el sentido del humor es algo personal, pero confío en que el humor de Jobson no despierta demasiadas barreras).
Pero en este cierre de 2009 y comienzos de 2010 (qué amor al sistema decimal, diría Borges) fue otro autor el que me hizo reír con muchas ganas: Juan José Becerra. Conozco a Becerra, como a tantos otros escritores, más por apariciones en TV, columnas publicadas en diarios y entrevistas concedidas a suplementos tipo Ñ o ADN, que por una lectura ordenada de su obra. Y por supuesto, por algún encuentro casual –con sus libros, no con el autor- en esos paseos frecuentes que uno suele hacer por diversos estantes de diversas librerías. Fue así, por ejemplo, que una vez me topé con su ensayo La Vaca. Viaje a la pampa carnívora.
Pero el libro del que quiero hablar hoy es otro. Es una “novedad editorial”, aunque este calificativo despierte fundadas sospechas en quienes creen –con razones de sobra- que lo más valioso para leer ya fue escrito hace décadas, siglos y por qué no, milenios. Pero esta vez, les doy mi palabra, conviene hacer el esfuerzo que consiste en dejar por un rato “el clásico” que tengamos en la mesa de luz para meternos de lleno en Patriotas. Héroes y hechos penosos de la política argentina (¡no me digan que el título no los seduce desde el vamos!)
Empecemos. ¿De qué se trata Patriotas? De los discursos dominantes y sus portavoces, pero también de los discursos perimidos que todavía pululan en boca de personajes que se empeñan en retroceder el calendario. Aquello que los intelectuales de Carta Abierta denominaron “la restauración conservadora” –operada, sobre todo, después del enfrentamiento del Gobierno con las patronales agropecuarias- encuentra en el libro de Becerra su confirmación.
Bajo la pluma despiadada del autor de Patriotas desfilan el rabino Sergio Bergman, monseñor Héctor Aguer, el periodista Joaquín Morales Solá, el escritor Marcos Aguinis, el diputado Francisco de Narváez y el líder chacarero Alfredo de Angeli, entre otros. Becerra desmonta con una lucidez envidiable los pobres argumentos y las falacias de quienes inundan los medios de comunicación con sus declaraciones altisonantes.
El autor dice, por ejemplo, que Bergman le despierta “un poco de miedo”, porque lo ve “como una especie de cybrog, una maquinita antropomórfica que repite frases a una gran velocidad”, buscando más el efecto, la emoción y la empatía del espectador que el pensamiento y la reflexión. Con respecto a Marcos Aguinis, Becerra se hace una fiesta con el “panfleto” que aquél publicó en 2009 –y que claro, fue recontra best seller-: ¡Pobre Patria Mía! Con humor y mucha inteligencia, Becerra desarma como un rompecabezas el dispositivo de prejuicios con que trabaja “el gran autor argentino moderno”. Es también interesante el análisis de la campaña publicitaria de De Narváez, donde queda en evidencia cómo el millonario diputado basó su estrategia electoral en la degradación de la política, convirtiendo el eslogan “votame, votate” en algo que en verdad podía ser leído como: “ahuecame, ahuecate”.
Becerra deja para el último una pequeña crónica de los acontecimientos que tuvieron lugar entre marzo y julio de 2008 en Argentina. No hace falta aclarar de qué hablamos: “Fin del mundo en Agrolandia”, se titula este repaso por esos meses frenéticos. Allí, y también en el capítulo dedicado a De Angeli, Becerra destruye los lugares comunes devenidos en verdades consagradas, como esas que rezan que “el campo es la patria”, que “el campo nos da de comer” (como si nos regalaran los alimentos) o la visión del gaucho como reserva de la identidad argentina. En resumen, “el campo”, esa “máquina de producir supersticiones”...
Muchos de los personajes de Patriotas tienen características similares. Por ejemplo, sus discursos representan “el sentido común”, aunque para Becerra, “nada más lejos de la reflexión que el sentido común, un fenómeno totalmente inorgánico que se encuentra más del lado del hipo o de la tos que del pensamiento”. También son personajes que reflejan la “opinión pública”, “queja viviente colectiva que sucumbe por vicio tanto a las grandes esperanzas como a las pequeñas ideas”.
En medio de tantas novedades editoriales (¿hace falta enumerarlas?) que exudan un odio desmedido hacia todo aquello que no sea una condena brutal al oficialismo y, más que nada, al “matrimonio presidencial”, no está mal la aparición de un texto que venga a desmontar esos discursos que, basándose en una supuesta “vuelta a las instituciones” y “respeto a la democracia” sólo esconden ausencia de ideas y oportunismo barato.
En fin, un libro inteligente, bien escrito, y que además, hace reír. ¿Qué más se puede pedir en este verano pegajoso?
Esteban Brizuela
Óptimo.
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