de Carlos Bonetti
Una flecha envenenada abrió nuestra historia.
Herida profunda y extensa que no cicatriza en el tiempo.
Encomiendas y obrajes, mestizajes que resisten la memoria.
Un pasado que se hace presente y que busca perpetuarse.
Despotismo y burocracia con más de 450 años de existencia.
Antes indios, mulatos y cholos, hoy campesinos y villeros.
Estereotipos que manchan con sudor y sangre las manos
de un hachero o cualquier albañil.
Nacidos para la desgracia, violencia naturalizada bajo una falsa identidad.
Una tierra que desangra por todos los rincones, la prepotencia
y avaricia de quienes la explotaron y contaminaron.
Los quebrachos que subsisten en durmientes de un progreso que se hundió.
Nada más penoso que el desierto que se abre paso para el monocultivo.
Ranchos desperdigados que sobreviven a la soledad del viento.
Brazos cansados de la lucha diaria por el pan y el vino, que limpia
por dentro el barro de la resignación.
Caminos del tiempo, de un pasado y una lengua negada,
que todavía guarda en su silencio la resistencia pasiva
de los rostros agrietados, como surcos de una memoria que no quiere olvidarse.
lunes, 5 de octubre de 2009
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