Al comienzo se creyó que el problema era étnico. Luego se cayó en la cuenta de que lo que hacían los gringos, lo imitaban los judíos, los turcos... La última historia fue contundente: ocurrió en Yining. Habla de una familia acaudalada que hereda una mansión paterna. Fueron sistemáticos en su tratamiento. Primero voltearon el edificio de un diseño arquitectónico que no contemplaba ningún libro. Luego hurgaron los estómagos de la heterogénea fauna hasta pisotear sus entrañas. Más tarde revolvieron la tierra dejándola limpia. Y finalmente vaciaron esa porción de agua que contenía a las últimas especies.
La faena los hizo sentar en una lomada. Al ver que todo fue en vano empezaron a mirar a sus hijos con cierto desprecio, un odio avivado por las ánimas ancestrales. Hasta que volvieron en sí y maldijeron al abuelo y su tonta historia sobre el cofre de tesoro escondido en esos cien metros redondos.
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