He terminado.
No ha quedado nada en lo que escondías.
Apenas tu rostro que nunca ha sido bello,
tu mano que no escarbó la tierra.
Tristemente te acorralo contra el vacío
con el desquicio torpe del que muerde la belleza.
Te dejo en la calle con tus pasos sin ecos,
me voy sin saber si siquiera viniste;
mis pies absorben la noche perdida,
mi lengua da saltos y se pierde en el aire.
Ya no estás.
Poco duró mi poema.
Tiemblan mis dedos y los libros.
Y la guitarra, y el silencio,
y la luz sin encenderse,
no son tus brazos,
apenas la música,
apenas el otro,
apenas la tranquilidad
incontenible del gozo...
lunes, 1 de noviembre de 2010
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Qué cercano a usted este poema amigo, es bueno saber que publicas.
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