Sentada en el umbral, escuchando el cielo reventar, deje caer mi cabeza para leer la página:
“Cuando no puede uno ayudar, debe callar. Nadie debe empeorar con su desesperanza el estado del paciente.
Por ello mismo deben ser destruidos todos mis garabatos. No soy una luz. Solo he quedado enganchado en mis propias espinas. Soy un callejón sin salida. Franz Kafka”.
Pensé en mí. Levante mi cabeza. Ya goteaba, como si las gotas me afirmaran mi presentimiento sobre las últimas líneas leídas.Agarre el lápiz y en el margen escribí:
“Me acuso a mí, por cargar este nombre, que es solo un rayón más. Por que no puedo armarme de paciencia para desenredar el nudo que ata mis manos y poder explicar de qué se trata esta pasión que búllese en mi sangre.”
Me nublé. Dejé de escribir. El suelo estaba completamente mojado. En estos últimos días, las grietas de mi cuerpo, arden.
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