Se necesitan malos goleadores.
Buenas personas, pero goleadores
malos. Dos, cien, mil malos goleadores
se necesitan más para que estallen
las diez mil flores del gol.
Que en ellos viva el fútbol, otra manera de poesía,
la innecesaria, la fútil, la sutil
poesía imprescindible. O la in-
versa: la poesía necesaria,
la prescindible para vivir.
(Ahora Argentina
ha vuelto a ser país y tiene Presidente,
y Presidenta del país. Argentina es un tablero
de alfiles politizados y peones
recién comidos: a la derecha, negros, paralizados, fuera del juego).
Y aquí hay torres de goma, alfiles
politizados y damas policiales
vigilando la casa.
A la caza del hombre,
por hambre, corren todos, saltan
de la cuadrícula y son comidos.
Todo eso abunda: faltan los goleadores,
los mil, los diez mil malos, cada uno
armado con su pelota de mierda. Faltan,
sus patadas y sus tácticas en preparación.
Ah… y sus currícula,
y sus diez mil applys nos faltan.
No es la muerte del hombre, es una gran ausencia
humana de malos goleadores. Que florezcan
cien millones de tentativas abortadas,
penales errados, incordios,
posiciones adelantadas de cartulina, ilustraciones
de gente amiga, cenas
con gente amiga, exégesis, escolios
tiempo perdido como todo.
Se necesitan goleadores gay, goleadoras
lesbianas, goleadores
consagrados a la cuestión del género,
goleadores que canten al hambre, al hombre,
al nombre de su barrio, al arte y a la industria,
a la estabilidad de las instituciones,
a la mancha de ozono, al agujero
de la revolución, al tajo agrio
de las mujeres, al latido
inaudible del Pentium y a la guerra
entendida como continuidad de la política,
del comercio,
del ocio de hacer goles.
Se necesitan Andrés, Juan, Mauricio
que escriban goles. Veros y Belenes
que escriban. Nombres para goleadores,
anagramas, seudónimos y contraseñas
para el chat room del verso del gol se necesitan.
Una poesía futbolera aquí del cirujeo en las veredas.
Una poesía futbolera del aquí de la mendicidad en las instituciones.
Una poesía futbolera de los salones de lectura de versos.
Una poesía futbolera por las calles (venid a ver
los versos por la Web…)
Una poesía futbolera del amor aggiornado (bajad a ver
poesía futbolera en el pesebre del amor…)
Una poesía futbolera explosiva: etarra, ética,
poética y futbolísticamente equivocada.
En los papeles, en los canales
culturales de cable, en las pantallas
y en los monitores, en las antologías y en revistas
y en libros y en emisiones clandestinas
de frecuencia modulada se buscan goleadores y más malos goleadores:
grandes goleadores celebrados pequeños,
goleadores notorios, botines iluminados,
hombres nimios, miméticos,
deteriorados por el alcohol,
descerebrados por la droga,
hipnotizados por el sexo,
idiotizados por el rock,
odiados, amados por la gente aquí.
En las habitaciones se buscan.
En un bar, en los telos,
en los minutos de descanso de la oficina,
entre dos clases de gramática,
en clase media, en barrios
vigilados se buscan.
¿Habrá en la tropa?
¿En los salitrales, en los baños
públicos que han comenzado a construir?
¿En los certámenes de versos?
¿En los torneos de minifútbol?
¿Bajo la luna quieta?
¿A solas con su pata?
¿A solas con una idea repetitiva?
¿Con gente?
¿Sin amor?
No es el fin de la historia, es
el comienzo de la histeria patadura.
Todo comienza y nace de una necesidad fraguada en la pata.
Fabriquemos el deseo:
Te necesito nene,
Para empezar te necesito.
Para necesitar, te pido
ese minuto de gol que necesito, necio:
quisiera ver si me devuelves el ritmo de un mal gol,
que me acaricies con sus ripios,
que me turbes la mente con otra idea banal,
y que me bañes todo con la trivialidad del medio.
Y en medio del camino, en el comienzo
de la sátira terrenal, quiero vivir
la necedad y la necesidad
de un sentimiento falso.
Se necesitan nuevos sentimientos,
nuevos pensamientos pavos, nuevas
propuestas para el cambio, causas
para temer, para tener,
aquí en el sur.
Riámonos del Presidente.
De su tintura.
De su fatalidad.
De Su Graciosa Realidad.
La realidad es un ensueño compartido.
La realidad de Argentina
es su filosa lengua pronunciando la eñe
y su mojada espalda pronunciando el orden
del capital y la sintaxis.
¡Ay patita quebrada :
aparta de mí este cuerno de la sojidad clavado en tu ingle,
saturada de chips, y cubre
nuestras heridas con el bálsamo de los malos goleadores..!
[1] Reescritura o mero choreo de gran poema de Fogwill: Llamado por los malos poetas. Nada me pertenece sino tú, nada te pertenece sino yo…
Buenas personas, pero goleadores
malos. Dos, cien, mil malos goleadores
se necesitan más para que estallen
las diez mil flores del gol.
Que en ellos viva el fútbol, otra manera de poesía,
la innecesaria, la fútil, la sutil
poesía imprescindible. O la in-
versa: la poesía necesaria,
la prescindible para vivir.
(Ahora Argentina
ha vuelto a ser país y tiene Presidente,
y Presidenta del país. Argentina es un tablero
de alfiles politizados y peones
recién comidos: a la derecha, negros, paralizados, fuera del juego).
Y aquí hay torres de goma, alfiles
politizados y damas policiales
vigilando la casa.
A la caza del hombre,
por hambre, corren todos, saltan
de la cuadrícula y son comidos.
Todo eso abunda: faltan los goleadores,
los mil, los diez mil malos, cada uno
armado con su pelota de mierda. Faltan,
sus patadas y sus tácticas en preparación.
Ah… y sus currícula,
y sus diez mil applys nos faltan.
No es la muerte del hombre, es una gran ausencia
humana de malos goleadores. Que florezcan
cien millones de tentativas abortadas,
penales errados, incordios,
posiciones adelantadas de cartulina, ilustraciones
de gente amiga, cenas
con gente amiga, exégesis, escolios
tiempo perdido como todo.
Se necesitan goleadores gay, goleadoras
lesbianas, goleadores
consagrados a la cuestión del género,
goleadores que canten al hambre, al hombre,
al nombre de su barrio, al arte y a la industria,
a la estabilidad de las instituciones,
a la mancha de ozono, al agujero
de la revolución, al tajo agrio
de las mujeres, al latido
inaudible del Pentium y a la guerra
entendida como continuidad de la política,
del comercio,
del ocio de hacer goles.
Se necesitan Andrés, Juan, Mauricio
que escriban goles. Veros y Belenes
que escriban. Nombres para goleadores,
anagramas, seudónimos y contraseñas
para el chat room del verso del gol se necesitan.
Una poesía futbolera aquí del cirujeo en las veredas.
Una poesía futbolera del aquí de la mendicidad en las instituciones.
Una poesía futbolera de los salones de lectura de versos.
Una poesía futbolera por las calles (venid a ver
los versos por la Web…)
Una poesía futbolera del amor aggiornado (bajad a ver
poesía futbolera en el pesebre del amor…)
Una poesía futbolera explosiva: etarra, ética,
poética y futbolísticamente equivocada.
En los papeles, en los canales
culturales de cable, en las pantallas
y en los monitores, en las antologías y en revistas
y en libros y en emisiones clandestinas
de frecuencia modulada se buscan goleadores y más malos goleadores:
grandes goleadores celebrados pequeños,
goleadores notorios, botines iluminados,
hombres nimios, miméticos,
deteriorados por el alcohol,
descerebrados por la droga,
hipnotizados por el sexo,
idiotizados por el rock,
odiados, amados por la gente aquí.
En las habitaciones se buscan.
En un bar, en los telos,
en los minutos de descanso de la oficina,
entre dos clases de gramática,
en clase media, en barrios
vigilados se buscan.
¿Habrá en la tropa?
¿En los salitrales, en los baños
públicos que han comenzado a construir?
¿En los certámenes de versos?
¿En los torneos de minifútbol?
¿Bajo la luna quieta?
¿A solas con su pata?
¿A solas con una idea repetitiva?
¿Con gente?
¿Sin amor?
No es el fin de la historia, es
el comienzo de la histeria patadura.
Todo comienza y nace de una necesidad fraguada en la pata.
Fabriquemos el deseo:
Te necesito nene,
Para empezar te necesito.
Para necesitar, te pido
ese minuto de gol que necesito, necio:
quisiera ver si me devuelves el ritmo de un mal gol,
que me acaricies con sus ripios,
que me turbes la mente con otra idea banal,
y que me bañes todo con la trivialidad del medio.
Y en medio del camino, en el comienzo
de la sátira terrenal, quiero vivir
la necedad y la necesidad
de un sentimiento falso.
Se necesitan nuevos sentimientos,
nuevos pensamientos pavos, nuevas
propuestas para el cambio, causas
para temer, para tener,
aquí en el sur.
Riámonos del Presidente.
De su tintura.
De su fatalidad.
De Su Graciosa Realidad.
La realidad es un ensueño compartido.
La realidad de Argentina
es su filosa lengua pronunciando la eñe
y su mojada espalda pronunciando el orden
del capital y la sintaxis.
¡Ay patita quebrada :
aparta de mí este cuerno de la sojidad clavado en tu ingle,
saturada de chips, y cubre
nuestras heridas con el bálsamo de los malos goleadores..!
[1] Reescritura o mero choreo de gran poema de Fogwill: Llamado por los malos poetas. Nada me pertenece sino tú, nada te pertenece sino yo…
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